Desde muy pequeña, Natalia Delaloye descubrió en la danza mucho más que un pasatiempo: encontró un camino de vida. Nacida en Concordia, Entre Ríos, Argentina, creció en el seno de una familia amorosa que la motivó a perseguir sus ideales.
A los cinco años ya asistía a una escuelita de baile y, con apenas ocho, creó su primera coreografía como un simple juego que con el tiempo se transformaría en pasión.
Durante su adolescencia, Natalia se consolidó como una joven talentosa en el mundo de la danza. Interpretó papeles protagónicos en obras de su instituto, dedicó incontables horas a ensayos y competencias, y representó a su país en escenarios nacionales e internacionales como Cancún y Uruguay.
Su formación fue diversa y completa: se recibió como profesora de danza jazz y ballet, y exploró otros estilos como zapateo americano, ritmos latinos, contemporáneo y urbano.
A los 18 años, Natalia dio un gran paso al ingresar a la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires, donde cursó la Licenciatura en Composición Coreográfica. La capital argentina abrió para ella nuevas puertas: trabajó como bailarina en teatro, televisión, series y publicidades, además de formar parte de compañías en grandes eventos y espectáculos.
Paralelamente, incursionó en el modelaje, llegando a dar clases de pasarela, protagonizar campañas fotográficas y desfilar en hoteles de prestigio.
Aunque su vida en Buenos Aires era intensa, Natalia nunca dejó de lado otra de sus pasiones: el carnaval de su ciudad natal. Desde niña había soñado con ser parte de él y lo cumplió con creces al competir como Bastonera y Reina de Batería.
Su búsqueda de crecimiento artístico la llevó a ganar una beca en Nueva York, donde se perfeccionó en reconocidos estudios como Broadway Dance Center y Alvin Ailey.
sa experiencia fue la antesala de un nuevo desafío: aceptar la oportunidad de unirse como bailarina al “Circo Tihany Spectacular”. Desde entonces, su vida tomó un rumbo internacional que la ha llevado de gira por Brasil, México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras.
Cada país ha representado para Natalia una oportunidad de compartir su arte y al mismo tiempo aprender de las culturas locales. Para ella, la danza no es solo una profesión, sino un medio de expresión y un refugio que le permite sentirse en casa, incluso estando lejos de su familia y amigos.
Con cada espectáculo, Natalia deja una parte de sí en el corazón del público y se nutre de las experiencias que la vida nómada le regala.
En VBU Viajes celebramos historias como la de Natalia, que inspiran a viajar, descubrir y conectar con el mundo desde la pasión y el arte.
Su trayectoria refleja lo que creemos firmemente: cada viaje es una oportunidad para crecer, transformarse y dejar huella en los lugares y en las personas que encontramos en el camino.